Los bares son espacios que el cliché relaciona con la bohemia y la tertulia literaria, aunque podría suponerse que un estudio sociológico serio arrojaría resultados bastante alejados de dicho paradigma romántico. Al interior del discurso literario, sin embargo, los bares y las cantinas asumen funciones concretas.
En la historia de Crimen y Castigo de Dostoiewski, por ejemplo, los bares son lugares que se ubican en indistintas partes de la ciudad de San Petersburgo donde “transitan gentes mal vestidas”. Se trata de locales ubicados en niveles subterráneos, oscuros y de mala ventilación, con diferentes ambientes, entre los que los clientes prefieren los más escondidos. Raskolnikow visita la cantina para escapar del anonimato de la 'gran ciudad', de la suciedad de las calles, del clima insoportable de aquel verano, del bullicio y las risas de las gentes de mal vivir; pero encuentra solo una prolongación de la gran babilón que es su ciudad: desconocidos, mal olor, humedad y calor, “gente proletaria” que grita, ríe a carcajadas, canta a vozarrones y pronuncia malas palabras, y que no está dispuesta a inmiscuirse en las conversaciones de los demás. Se trata además de gente muy joven, que Raskolnikow mira como las víctimas del sistema social, pues para él la cantina es el destino fatalista de gran parte de la sociedad. El personaje principal se dirige al bar de forma automática, con la excusa de refrescarse del calor, para luego dudar de su propia condición psíquica, pues no logra entender los motivos que lo atraen a esos lugares que para él resultan tan desagradables como la ciudad misma. De esta manera, la función simbólica que asumen estos espacios en la novela Crimen y Castigo resulta bastante compleja. Una pista importante pudiera ser el hecho de que es en el bar donde Raskolnikow ve las primeras luces a sus razonamientos en torno a la moral y la justicia, que es finalmente la gran pregunta que Dostoiewskij nos plantea
Un caso diferente es el de otra gran novela, Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin. Aquí los bares y las cantinas se ubican en calles con nombres determinados, son locales con grandes ventanas que no esconden lo de adentro y permiten la vista hacia afuera. No son prolongaciones de la 'gran ciudad', sino espacios marginales en los que se encuentra no el común de los ciudadanos, sino gente vulgar, prostitutas, criminales, y donde la figura central se cita con sus amistades y conocidos, puesto que él mismo es un expresidiario. Para Biberkopf la cantina constituye así un lugar confortable, de refugio y consuelo; por otro lado, si bien el personaje principal disfruta la visita a esos locales, es invadido luego por un sentimiento de remordimiento y depresión por regresar una y otra vez a dichos lugares que él cree que debería dejar de frecuentar. Y es que para Biberkopf los bares juegan un rol socializador, ya que es en ellos donde él se infunde valor para intentar reintegrarse a la sociedad luego de cada rechazo en el que se le vuelven a cerran las puertas. En ese sentido, la función simbólica de los bares y cantinas es más clara en esta novela, puesto que dichos locales constituyen una especie de ‘locus amenus’ para los marginales dentro de la ciudad en crecimiento que era la Berlín de comienzos del siglo XX.
- - -Habría que ver qué papel juegan estos espacios en otro campo de la literatura como es la poesía, donde la totalidad del discurso literario parece asumir roles simbólicos. Como ejemplo cercano, pienso en el poemario de Miguel Ildefonso Canciones de un bar en la frontera. Desde el título nos impone dos denotaciones espaciales, el ‘bar’ y la ‘frontera’, como marco para un objeto central que son las ‘canciones’. La voz poética ––canciones–– encuentra su realización al interior de un lugar ––bar–– que existe en el extremo ––la frontera–– y que asemeja un para-estado de la existencia. El bar asume así una función sublimadora ––‘bar’ como símbolo del espacio de expresión que abre la poesía misma–– donde la maldición se vuelve piropo, las malas palabras alcanzan vuelo lírico y los amores muertos resucitan en melodías que ni el viento del desierto parece poderse llevar.
- - -Habría que ver qué papel juegan estos espacios en otro campo de la literatura como es la poesía, donde la totalidad del discurso literario parece asumir roles simbólicos. Como ejemplo cercano, pienso en el poemario de Miguel Ildefonso Canciones de un bar en la frontera. Desde el título nos impone dos denotaciones espaciales, el ‘bar’ y la ‘frontera’, como marco para un objeto central que son las ‘canciones’. La voz poética ––canciones–– encuentra su realización al interior de un lugar ––bar–– que existe en el extremo ––la frontera–– y que asemeja un para-estado de la existencia. El bar asume así una función sublimadora ––‘bar’ como símbolo del espacio de expresión que abre la poesía misma–– donde la maldición se vuelve piropo, las malas palabras alcanzan vuelo lírico y los amores muertos resucitan en melodías que ni el viento del desierto parece poderse llevar.
(Publicado en revista El Malhechor Exhausto N°6, Lima, oct 2003).