TRADUCCIÓN - Nezamí (Lit. persa, siglo XII)

La historia de amor de
LAILA Y MACHNÚN


Una de las más tratadas en canciones, poemas, relatos y versos épicos de los más diversos pueblos y círculos lingüísticos desde el Cáspico hasta el interior de África, desde el Atlántico hasta el Océano Índico, es la historia de amor de “Laila y Machnún”. Algunos estudiosos han considerado estrechos lazos con la historia de “Romeo y Julieta”. Lo cierto es que la materia prima se remonta al oeste de la península arábica, en el siglo VII aproximadamente; y hubiese quedado sólo en una historia de amor episódica y pobre, si no hubiese sido plasmada en los elevados versos del precioso poema épico escrito por el poeta persa Nezamí en el año 1189, compuesto de tres elementos esenciales de alcance universal: amor, locura y poesía.
La historia cuenta que un joven, llamado Qeis, conoce a una muchacha, llamada Laila. Ambos se enamoran apasionadamente. El padre de ella está en contra de un posible matrimonio entre ambos, justificado en el hecho de que Qeis ha deshonrado con sus poemas amorosos no sólo a Laila, sino a toda la familia. Laila, sin ser consultada, es cedida a otro hombre en matrimonio. Así, el amor de Qeis deviene locura, de ahí que lo llamen ‘machnun’ (loco). Su padre camina junto con él a la Meca en vano. Machnún deja hogar, padres y tribu. Vaga, solitario, desnudo y desorientado, por los cerros de Nadschd. Los ojos de las gacelas le recuerdan a su amada. Nadie puede ayudarlo ni detenerlo. Él no sabe ni habla de nada más que de Laila. Compone versos para ella todo el tiempo, que serán recolectados por algunas gentes hasta volverse así famosa su historia. En la más completa soledad y en la más íntima oscuridad Machnún muere.
Inmediatamente después de su aparición, gracias a los versos de Nezamí, la obra se tradujo al georgiano. Existen versiones del siglo XVII en italiano (Megnun e Laila) y alemán (Megnun-Layla). Actualmente son conocidas las pocas traducciones hechas del poema épico persa: apenas al turco y al ruso; y sólo parcialmente al inglés. En 1963 se tradujo al alemán, en prosa, para reeditarse en el año 2001 (Ver imagen: Editorial Unionsverlag, Zürich, 2001, 210 págs., con traducción del persa y estudio de Rudolf Gelpke; Islamista, especialista en mística persa). A continuación uno de los 55 capítulos que conforman dicha edición. Esta traducción distará mucho de otra más esperada - una directa del verso persa al español - aunque no deja de traslucir la trascendencia del cargado lirismo que emana del episodio.

Cap. 35
EL VELO Y EL ROSTRO
Luego de la muerte de su padre, el desierto se convirtió en refugio para Machnún. Atravesó inquietamente cañones con pendientes rocosas, que de otra manera nunca hubiesen sido visitadas por persona alguna. Y Machnún aparecía una vez aquí, otra vez por allá, cual hierba que crece desordenadamente en las montañas, como buscando un tesoro oculto. Pero esa tímida flor humana llevaba ya en su copa una pena mortal. Su nombre era Laila, el tesoro que él buscaba. La propia existencia de Machnún era sólo anhelo por ella. Día y noche ardía esa fogata en él. La nostalgia lo había sacado de su ciudad natal hacia innumerables laberintos. Tiempo más tarde, cuando una vez distinguiera a lo lejos las fogatas de un campamento, fue atraído hacia ellas, como una polilla nocturna a la luz, como si fueran señas secretas de la amada.
Así pues en su destierro reencontróse otra vez con los seres humanos. Todos lo conocían, o habían escuchado hablar de él, pues quién entre los árabes no lo reconocería ya en ese entonces. Cuando Machnún se vió en medio de ellos y mientras se dejaba fisgonear por los curiosos, notó de pronto a sus pies una hoja de papel, con la que el viento jugaba y sobre la que la mano de algún desconocido, en veneración a esa fidelidad suya, había escrito las palabras ‘Laila’ y ‘Machnún’. Nada más. Pero los dos nombres estaban ahí, muy juntos uno del otro, unidos lado a lado. Machnún cogió ávido aquel papel. Lo observó nuevamente con exactitud. Lo partió por la mitad en dos, arrugó la parte en que decía ‘Laila’ y la arrojó lejos, sin reparos. El trozo de papel con su propio nombre lo conservó.
Cuando la gente que lo rodeaba vio esto, se asombró mucho. Todos habrían esperado cualquier cosa, menos aquello. Por eso se fueron contra el poeta, lo llamaron y preguntaron:
“¿Qué significa esto ahora? Dinos por qué has hecho esto. ¡Cómo! Ambos érais uno ahí, y tú los has vuelto a separar. ¿Por qué, pues? ¿Cómo así?”
“Porque – contestó Machnún – un nombre es mejor que dos. Uno basta para los dos. Si vosotros supiéseis lo que es un amante, entonces sabríais también que basta que alguien lo rasgue a uno un poco en la piel para que por ahí brote hacia afuera la amada...”
Pero con esta explicación los oyentes no quedaron satisfechos.
“Bueno, – pensaron ellos – un solo nombre basta para ambos. Eso dices tú. Puede que así sea. ¿Pero por qué has arrojado el nombre de Laila y conservado el tuyo? ¿Por qué no al revés?”
“Porque uno ve la cáscara y no el núcleo – dió por respuesta Machnún – ¿No comprendéis esto? El nombre es la envoltura, y esa envoltura soy yo. Yo soy el velo y el rostro que hay debajo es ella...”

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Múnich, diciembre 2001

[Fragmento de: Huamanchumo, Ofelia (2001) “Análisis del motivo amoroso en Oriente y Occidente a la luz de Leila y Machnún (Nezamí) y Romeo y Julieta (Shakespeare)”, Seminario de Literatura Comparada, LMU: “Liebespaare in Orient und Okzident”, Dra Shamlu, WS 2001-2002.]