Rosario Ponce y la literatura

El caso de Rosario Ponce abordado por la prensa peruana a manera de novela por capítulos me ha hecho despertar asociaciones con grandes obras de la literatura. En primer lugar, a propósito de estar releyendo Conversación en La Catedral (1969) de Vargas Llosa, empiezo a preguntarme: “¿En qué momento se jodió Rosario?”. ¿Se jodió Rosario cuando sobrevivió ante los ojos de una sociedad peruana, que es en gran parte machista, cucufata y novelera?; es decir, ¿se jodió Rosario cuando la prensa ventiló, en base a verdades o mentiras, pasajes de su vida para ganarle la fama de ‘rompecatres’ – a sabiendas de que la mayoría de peruanas y peruanos apuesta por la virginidad femenina para el matrimonio, y piensa que es pecado y promiscuidad que una mujer se acueste con más de un hombre en la vida, y encima sea madre soltera?; ¿o se jodió cuando sus padres, en una de sus primeras reapariciones en televisión semanas después de su hallazgo, encendieron el morbo y la suspicacia de la prensa amarilla al interrumpir a Rosario, pidiéndole al periodista que cortara la grabación puesto que de ese tema no le estaba permitido hablar a su hijita?

Esta última pregunta me lleva a formularme otra, para evaluar el papel que la prensa ha jugado en todo esto. He recordado así una obrita de la literatura alemana, uno de esos libros curiosos al que siempre vuelvo por algún motivo: Die verlorene Ehre der Katharina Blum oder Wie Gewalt entstehen und wohin sie führen kann[1] (1974) de Heinrich Böll.

La novela de Heinrich Böll – donde el narrador omnisciente nos dice que Katharina es inocente – mantiene una asociación opuesta en relación al honor perdido de Rosario Ponce, puesto que para el caso de la joven peruana no hay una voz – ningún narrador omnisciente – por encima del discurso directo de la prensa que nos convenza de su inocencia y apueste por su dignidad. Todas las constelaciones de personajes al alrededor de los protagonistas que acompañan la truculenta historia de Rosario Ponce tienen fe en la voz de la Fiscalía, que cual narrador omnisciente se pronunciará muy pronto. La novela de Böll cuenta el desdichado destino de Katharina Blum, una joven trabajadora que ha logrado salir adelante en la vida con mucho esfuerzo, a pesar de su triste infancia y un no menos desafortunado divorcio. La vida de la joven se arruina cuando en una de las tantas fiestas que se dan durante el famoso carnaval de Colonia, ella entabla conversación con un hombre, guapo y atractivo, para terminar enamorándose de él y llevándolo a su departamento a que pase la noche con ella. En la mañana es despertada por tropas especiales de la policía que irrumpen en su hogar buscando a dicho sujeto, que entonces ya ha abandonado el sitio, por ser supuestamente un delincuente de alta peligrosidad, acusado de robo y asesinato. De esa manera Katharina Blum se ve envuelta en una historia de la que ya no puede salir debido al acoso de la prensa amarilla, que va tejiendo su supuesta complicidad con el buscado por la policía a través de titulares morbosos, a base de mentiras y declaraciones trasgirversadas, sobre todo a cargo de un periodista de la más baja moral y sin ética, a quien ella termina asesinando de un balazo y yendo por ello a la cárcel.

Es aquí donde recuerdo otro gran libro de la literatura alemana: Justiz (1985) de Friedrich Dürrenmatt. Una novelita negra, un Krimi, que viene bien al caso, puesto que me hace pensar en la posibilidad latente de que a Rosario Ponce gracias a la Justicia[2] – vista como cuerpo de leyes y sus prácticas – se le pueda, o no, frente a su reclamada dignidad perdida, hacer justicia[3] – valor cultural de la sociedad, lo justo. Esta novela trata del caso de un estudiante de Derecho que recibe la oferta de un profesor de su Facultad para llevar un caso judicial extraordinario: el de probar en base a las leyes existentes la inocencia de un hombre, el mismo profesor, quien asesina de un balazo a una persona delante de testigos. El astuto estudiante logra probar la inocencia del asesino gracias a su eficiente dominio de los códigos y leyes, lo cual despierta finalmente en los lectores una serie de reflexiones éticas en torno a las leyes y a lo verdaderamente justo.

Y entonces cabría preguntarse, a propósito de este último punto, si es justo o no, que se tome a mal que Rosario Ponce incurra en el campo de las letras para escribir sus propias Memorias del Colca, o como quiera titular su testimonio. No hallo respuesta, se me vuelven a abrir más asociaciones con otros libros hasta detenerme en el del futbolista alemán, Phillip Lahm, 27 años de edad, un deportista encantador que hace poco se animó a encargarle a un literato la escritura y edición de sus memorias: Der feine Unterschied. Wie man heute Spitzenfußballer wird[4] (2011), quizás con el único disimulado fin de desmentir rumores de la instigadora prensa en torno a su supuesta homosexualidad. El libro se ha vendido mal que bien, aunque después de su lectura no le conste a nadie que el futbolista patee, o no, con los dos pies.

En conclusión, inocente, o sólo cómplice dolosa, Rosario Ponce ya no podrá escapar del personaje infraliterario y pedrocamachero que se ha hecho de su persona, o en el que ella misma está a punto de convertirse por su propio puño.

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[1] El honor perdido de Katharina Blum. O cómo la violencia puede surgir y adónde puede conducir.

[2] Traducido del alemán Justiz.

[3] Traducido del alemán Gerechtigkeit.

[4] La fina diferencia. Cómo llegar a ser un futbolista estrella.