La primera vez que vi la imagen de un
armadillo y escuché sobre esos animalitos noctámbulos fue gracias a mi padre,
quien en uno de sus viajes por el Alto Huallaga, esa singular región de la
selva peruana, les había hecho una foto a dos niños andrajosos, pero felices,
que llevaban entre ambos a una de esas criaturas en los brazos, y que, al
parecer, mantenían en cautiverio, cual mascota.
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Revista Hispanoamericana de Cultura OTROLUNES, nr 44, dic 2016, Año 10
También publicado en BESTIARIO PERSONAL (Berlín: Epubli, 2017; 108 págs)