Nacido en México Distrito Federal, Humberto Robles es mucho más que una promesa de la dramaturgia hispanoamericana. A sus 44 años de edad es dueño de una vasta y enriquecida obra que cada vez gana más seguidores no sólo entre el público, sino que actores y hasta directores del mundo de las tablas ya no pueden dejarlo pasar desapercibido. Su obra ha sido estrenada en muchos países, al punto que se habla del ‘Dario Fo del teatro hispanoamericano’. Pero Humberto Robles y su obra son más que eso. Los nuevos aires que trae este genio de la dramaturgia en español tienen el mérito y la peculiaridad de presentar una contemplación del pasacalles del mundo desde un balcón muy mexicano, en el que el autor no está sentado ni callado, sino de pie, y grita, guarda silencio, lanza tomates, agita banderas blancas, abuchea pero también aplaude, se queja, alza la voz, llora, se ríe y, cuando no puede más, se descuelga de una soga hasta el piso para caminar al compás del ser humano, y actuar también con su vida dentro de la gran marea que es nuestro convulsionado planeta. Y son esa autenticidad y esa coherencia entre vida y obra las que le otorgan trascendencia a su arte.
Los personajes femeninos
Como otros grandes autores contemporáneos del arte de las tablas, este gran exponente del teatro hispanoamericano tiene una especial predilección por las figuras femeninas entre la amplia gama de personajes y materias que conforman su obra. Una voz frecuente que se alza y realza en sus líneas dramáticas es la de la mujer, presentada en su expresión más auténtica, pero también más cómica, o más trágica, más sincera o más trillada, más íntima o más histórica. Divorciadas, jajá, jajá es una crítica aguda y sarcástica a la alcurnia mexicana, la religión, la política, etc., a través de tres personajes: Jimena, una ‘nueva rica’; Sor Simplicia; y Xochitl, una hippie. En Ni princesas ni esclavas se parodian y satirizan los clichés que la sociedad mantiene respecto a las ventajas y desventajas de ser mujer, y se le da voz a opiniones femeninas muchas veces silenciadas: una ama de casa, Lupita; una prostituta, Thelma María Rico; y una intelectual, Patricia. Y el gran homenaje a la virtud de la perseverancia en la adversidad es una pieza llena de ironía y fantasía, Frida Kahlo, viva la vida, monólogo sobre las cuitas de la famosa pintora. Del mismo modo, a propósito del aniversario de la independencia mexicana, apareció La doña Bicentenaria, también en monólogo, como una punzante llamada a la reflexión de lo que se ‘celebra’ en esas fechas.
En compás de espera A diferencia de todo lo que el teatro contemporáneo en español ofrece, la obra central de Humberto Robles,cuyo sólo punto de apoyo es México, mantiene una línea de comunicación con el público profundamente humana y universal, razón por la cual sea quizás el autor más representado, y mejor recepcionado, en la actualidad a nivel mundial, y no sólo en países de habla hispana, como confirma la crítica internacional. Ojalá las tablas peruanas acometan la osadía de llevar esta dramaturgia a los espacios nacionales, para un público peruano ávido de novedades, devoto del humor negro y víctima común de la crisis de valores de las sociedades latinoamericanas, “llenas de cabezas rodantes, de narcotraficantes, de políticos de quinta, de fraude y de corrupción”, con unos pueblos heróicos que lo soportan todo y donde el desorden de roles sociales, políticos, económicos, eclesiásticos, educativos, etc., es tan cotidiano que hace falta resaltarlo en obras de arte vivas, con colores fuertes que den risa o provoquen llanto, peroque sacudan y no nos dejen indiferentes. Y he ahí el mérito del teatro comprometido de Humberto Robles, un arte que presenta concienzuda y emotivamente sus preguntas sobre el mundo, sin que el fuego revolucionario del artista queme la estética de su mensaje. El Perú queda en compás de espera.
(Artículo publicado en la Revista Andina de Cultura SIETECULEBRAS, año 20, nr. 29, Cuzco, Perú, 2011, págs. 28-29).