Carlos Eduardo Zavaleta en el Instituto Cervantes de Múnich, marzo 2006.
Hace cinco años, en uno de los inviernos más crudos que Alemania no vivía hacía buen tiempo, el profesor Carlos Eduardo Zavaleta pasaba por esta ciudad de Múnich, invitado a una serie de eventos literarios y culturales, junto con otros escritores peruanos. Fue así como tuve el gusto de oírlo leer fragmentos de su hermosa novela Pálido, pero sereno (1997).
Por hacerle una especie de pequeño homenaje, más que un gesto de mera atención, tuve la idea de invitar al profesor Zavaleta una de las tardes a conocer más de cerca esta vieja y moderna ciudad. Aceptó entusiasta; pero debido a la abundante nieve que se había acumulado por todas las calles y las bajísimas temperaturas, hubo pocas posibilidades para largos citytours, así que a pedido suyo decidimos concentrarnos sólo en la Catedral, pues él deseaba ir a una iglesia a orar por su esposa, fallecida hacía poco. Ya acaecida la noche cenamos en un restaurante instalado en uno de los edificios más antiguos del medieval centro histórico, donde la velada transcurrió en amena conversación e interesante entrevista, que publiqué en una revista del medio peruano[1]. Lo que recuerdo con mayor nitidez de ese diálogo fue su sencillez al responder mis interrogantes bastante halagadoras sobre cuestiones en torno a su obra, siendo un escritor y un profesor de la talla que todos conocemos.
Ahora, después de su repentina partida, se vienen de golpe los recuerdos e intento hurgar en mi memoria la imagen de cómo llegué a su obra, y me veo leyendo, suspendida casi mi respiración, el afiebrado monólogo interior de un singular personaje femenino. Sí, ese fue el primer cuento que leí del profesor Carlos Eduardo Zavaleta: “Juana la campa te vengará”. Y ese es el cuento que leeré ahora mismo, como inicio a un ciclo, personal e íntimo, de relectura de su obra.
La literatura peruana ha perdido a un ilustre escritor y maestro de maestros.
Carlos Eduardo Zavaleta en el patio medieval (Alter Hof) de Múnich, marzo 2006.
[1] Revista QUEHACER 159, mar-abr 06. También fragmento en: