In memoriam Javier G. Vilaltella

Se acaba de ir un grande antes de tiempo: Javier Vilaltella*, así lo llamábamos. Fue un amigo, un maestro, un conversador alturado de los temas más polémicos entre las tradiciones históricas y de las cuestiones más espinosas de la actualidad cultural. Un gran estudioso de la Hispanística, a ratos cultista, pero siempre atento al acontecer inmediato y a la novedad. 

Quienes fuimos alguna vez estudiantes suyos en la Universidad Ludovico y Maximiliano de Múnich allá por los comienzos de este milenio, lo conocimos cuando Javier se acercaba —solo oficialmente y en teoría, pues nunca cesó en la práctica— a sus últimos años profesionales antes de su jubilación. En ese entonces el entusiasmo del que parecía ignorar muchas cosas iban en él de la mano con la humildad del crack que lo conoce todo. Tal vez érase ahí de donde emanaba ese espíritu tan jovial y contagiante que supo inspirar e impulsar en sus estudiantes, a saber, un estilo de vida algo sui géneris: el del hispanista que no se queda en las elucubraciones, sino que da el gran salto loco a la 'acción artística'; el de quien no se estanca en la reflexión crítica sino que se atreve a probar la expresión estética en carne propia, para saber de lo que se está hablando. Para Javier, la cultura, el cine, las letras, el teatro, eran entes vivos, cuyo consumo y producción, nos decía, podrían estar en nuestras manos, como estudiantes que éramos, de literatura, lingüística y ciencias culturales.

Fue de esa manera como Javier impulsó la formación del grupo de teatro Yerbabuena hacia el verano de 2001, con alumnos del Instituto de Romanística de la LMU, con el que llegamos a poner algunas piezas en representaciones de fin de semestre o sketchs cortos por las celebraciones navideñas.

Flyer - SS 2002

Divertidos y exitantes llegaron a ser también aquellos encuentros del Cuentacuentos, en el cuarto piso del edificio que es hoy el Philologicum, donde tantos estudiantes, principiantes y avanzados en español, así como nativos, nos juntábamos una vez a la semana bajo la tutela de Javier para cultivar el ancestral arte de la narración oral. Espontánea y performáticamente, dábamos vida en voz alta y semiteatralizada a muchos cuentos de autores consagrados, o a veces a relatos de nuestra propia cosecha, de cuya numerosa lista hacíamos una selección para presentarla en una gala especial al final de cada semestre. En ese entonces nos podíamos dar el lujo de apropiarnos por una noche del segundo piso de la entonces Biblioteca de Hispanística, que acondicionábamos para ello, y a lo cual quedaba invitado todo el Instituto. A media luz, con velas y un pequeño reflector, flores y frutas sobre las mesas, y las precisas copas de vino, azuzábamos la magia de la literatura, la vivíamos e intentábamos —con algo de éxito, creo— contagiarla a los espectadores.
Cover del programa de mano - SS 2003

Casi veinte años después, es decir, hasta hace muy poco, quienes fuimos sus alumni, y vivimos en esta ciudad de Múnich, continuamos coincidiendo con Javier en los teatros de Schwabing, en lecturas poéticas y tertulias literarias, en presentaciones de libros, en festivales de cine, siempre dispuesto él a un "après", o sea, a un intercambio de opiniones críticas después de los eventos.

¡Gracias por todo, Javier! Quienes te apreciamos y pudimos tener la suerte de aprender tanto contigo, tenemos la seguridad de que te vas con la frente en alto, tal vez repitiendo esos versos de Amado Nervo: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!  Así sea.


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 Javier González Vilaltella (Tarragona, agosto 1939 - München, febrero 2022)