El filosofo alemán Arthur Schopenhauer,
temprano defensor de los derechos de los animales, dedicó una de sus famosas
parábolas a los puerco espines. En
ella quiso mostrar cómo se practicaban las relaciones sociales entre esos
animalitos espinados que, en el fondo, parecían ser el modelo a seguir en las
relaciones humanas. El minucioso
pensador describió cómo en un fuerte invierno los miembros de una sociedad de
puerco espines se arrejuntaban con mucho afán para protegerse mutuamente de un
inminente enfriamiento; sin embargo, apenas cada quien empezaba a sentir las
púas del otro, empezaban todos a separarse de nuevo un poco. Y así, repetidas
veces, los puerco espines iban arrejuntándose y separándose hasta encontrar el
punto medio en que el calor del vecino les calentara sin dañarse con las púas
ajenas. Para Schopenhauer esa distancia promedio para mantener saludables las
relaciones entre aquellos animales tenía su paralelo en nuestra sociedad: la
cortesía y los buenos modales.
De
esta parábola me acordé un verano, cuando visitaba una zona protegida en las
playas de Paracas, hacia la costa sur peruana. Y es que sucedió que íbamos un
grupo de visitantes en un bus bordeando tan bellas costas con un
inconmensurable horizonte marino y mirando el hermoso paisaje conjunto de
arena, mar y sol, cuando el guía propuso hacer una pausa en un paraje dispuesto
por el Ministerio de Cultura para ello, donde había además un restaurante.
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BESTIARIO PERSONAL, Revista Hispanoamericana de Cultura OTROLUNES (Nr. 42, julio 2016, año 10), dirigida por el escritor cubano AMIR VALLE.
También publicado en BESTIARIO PERSONAL (Berlín: Epubli, 2017; 108 págs)