El pasado 12
de setiembre el Instituto Cervantes de Múnich acogió en su sala de conferencias
al gran Javier Vila-Matas para un selecto número de asistentes.
Con los reflectores a viva luz sobre la mesa
ceremonial y el auditorio en penumbras se dio paso en exquisita atmósfera a las
palabras del reconocido autor. Vila-Matas comenzó la reunión creando un agradable
suspenso en base al relato de un sueño. Todo para confesarnos que al despertar
aquella vez había dudado de su existencia, pues el personaje que él mismo
encarnaba en su pesadilla le había parecido más real que su misma persona y se había
sentido ya entonces un impostor.
Ese parece seguir siendo el tema que apasiona a
Vila-Matas, desde los viejos tiempos de su novela Impostura (1984). Entre otras revelaciones, contó haber encarnado en algún
momento de su vida el papel de ser su propio editor y escribir el prólogo a uno
de sus libros; así como haber creado personajes borgeanos inexistentes, a los
que, no obstante, sus lectores se habían encargado de darles vida en la
realidad, creándoles páginas en la Wikipedia. Por otro lado, sabe que él mismo tiene más de una cuenta en el Facebook a su nombre, llevadas por otras personas.
Interesantes
resultaron también las observaciones que hiciera ---tal vez sin notarlo---
sobre los idiomas como puentes de comunicación prescindibles. Contó, por ejemplo,
que una de sus pasiones era la cultura irlandesa, por lo que desde hace mucho
tiempo sigue la tradición de visitar esas tierras isleñas anualmente, y de
disfrutarlas al máximo, sin haber aprendido hasta ahora una palabra de irlandés. Por otro
lado, afirmó que no es consciente del cambio de idiomas que hace mientras habla
a diario, intercalando el catalán con el castellano, según los interlocutores
con quienes converse. Se diría que,
para Vila-Matas, el diálogo humano
y la literatura están por encima de los idiomas. De ahí que el motivo de la
ceremonia se centrara en la presentación de su novela Dublineska, en su versión traducida al alemán, entre cuyos temas se encuentra aquello
que resulta ser el escenario principal de fondo: una ciudad impostora, que juega a ser, y no ser, la ciudad de
Joyce.
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Imagen: Detalle de libro autografiado por un impostor de Vila-Matas.