Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936 - Lima, 2025)

  

En la Casa de la Literatura de Múnich (13 de mayo de 2004)

Se ha ido el novelista en lengua castellana más prolífico de los últimos cien años. Un gigante de la novela. Sus lectores nos hemos quedado en la orfandad, aun sabiendo que algún día llegaría el punto final a la verdadera novela del paso por la Tierra de Mario Vargas Llosa. Fui admiradora y estudiosa de su obra novelística; volví una y otra vez a muchas de sus novelas, de sus ensayos sobre la novela; llegué a ofrecer cursos de su obra en colegios y universidades, para audiencias 'forzadas' a seguirme, y pero también en otras instituciones culturales diversas, y librerías, en un intento optimista por contagiar mi entusiasmo a auditorios de lectores en potencia. Publiqué algún artículo académico tratando de analizar ciertos aspectos de sus novelas. Y hoy, 13 de abril de 2025, tras el anuncio de su pacífico retiro de este mundo ––como lo han dado a conocer sus familiares–– mi estudio, ad portas de publicarse, sobre la novela vargasllosiana en su estética y su práctica, se ha convertido en homenaje póstumo. Su partida duele a pesar de su gran legado, porque un vacío paternal se percibe y da vértigo. En lo muy, pero muy personal, me queda la convicción compartida, y ahora heredada para siempre, de su visión en torno a un aspecto inherente a la recepción de la novela: 

"Aunque existe la tendencia a considerar a la novela el género literario popular por excelencia, la verdad es que siempre fue un género de minorías, aunque sin duda, minorías más numerosas que las que leían poesía, o frecuentaban los teatros para espectar dramas y tragedias. El entretenimiento de veras popular jamás lo proporcionaron los libros, sino los circos, las ejecuciones e inquisiciones públicas, los estadios, y, en épocas modernas, la radio, el cine, la televisión y, pronto, el Internet. Por leve y trivial que sea, un libro exige un esfuerzo intelectual, una reelaboración conceptual e imaginaria de la materia verbal que a la mayoría de los seres humanos, aun en las sociedades más cultas, les divierte muy poco, mucho menos, en todo caso, que aquellas actividades o espectáculos donde pueden renunciar a toda obligación de discernimiento crítico o de coparticipación creativa (algo que es inconcebible con la operación de leer literatura, aun de misérrima calidad). No digo que esté mal que sea así; digo sólo que siempre ha sido así, y quienes leyendo ficciones la han pasado muy bien, pese, o precisamente, por la inversión de trabajo intelectual e imaginativo que ello les exige, han representado siempre un sector relativamente pequeño del conjunto de la sociedad".*

Ideas estas que en esa oportunidad el Premio Nobel peruano dio como respuesta al rotundo enunciado dado por el escritor Eduardo Mendoza ––respecto a que la novela era un género que podía darse por muerto–– y que aquel mismo escritor barcelonés recularía años después, rectificando que en realidad habría que decirse que los que habían muerto eran los lectores de novelas. En este caso, estoy segura de que los lectores de la novela vargasllosiana serán los imperecederos. Ese parece ser, de momento, mi gran consuelo.

* (Mario Vargas Llosa 2000: "La muerte de la novela", Ius et veritas 20, p. 452)

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MARIO VARGAS LLOSA. In memoriam