
Las palabras españolas que sirvieron para
nombrar por primera vez a las raras bestias de las Indias occidentales, o sea,
de América, buscaron dar cuenta de la naturaleza de los nuevos animales, nunca
antes vistos por los recién llegados, con un léxico conocido por los europeos
de habla castellana. Por ejemplo, a los auquénidos andinos se les llamó corderos de la tierra, y por extensión a
los productos derivados de ellos, frazadas
de la tierra. También, sin embargo, a las aves de corral que llegaron al
nuevo continente se les recalcó con el nombre de gallinas de castilla, para distinguirlas de otras aves oriundas. Y
a esos dulces roedores que hoy conocemos como cuyes, alimento supremo de las
poblaciones amerindias y entonces ofrenda para rituales funerarios, se les
llamó conejillos de Indias.
---> Seguir leyendo en mi columna BESTIARIO PERSONAL, de la Revista Hispanoamericana de Cultura OTROLUNES (Nr. 38, oct 2015), dirigida por el escritor cubano AMIR VALLE.
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También publicado en BESTIARIO PERSONAL (Berlín: Epubli, 2017; 108 págs)