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(Berlín: Ed. Epubli, 2015; 40 págs) |
"No amaré según las viejas
[...] me iré con el viento
y seré un pedacito
del aire nuevo
que viene y va
y no dice
ámame con tus muertas
palabras aprendidas.
Los poemas reunidos en Viejas
palabras son de los pocos que escribí, y apenas publiqué, en mi ciudad
natal, Lima, hacia la década de los noventa del siglo pasado. Suena lejos, y
por lo tanto, tal vez a escritos desfasados; sin embargo, en lo personal estos
poemas mantienen una carga nostálgica e histórica que todavía me traen con su
lectura, y que logro contagiar a algunos oyentes, cuando incluso el día de hoy
recito alguno comentando los contextos de sus orígenes; de ahí que haya salido
yo ahora a su rescate editorial. Pero hay que decir que en el momento de su
creación estos poemas
nunca fueron presentados en recitales —al contrario de lo que muchos
autores jóvenes hacían en esa época en mi ciudad—, sino
que únicamente con el tiempo se me fueron escapando hacia afuera y provocando
la recepción acalorada de amigos y editores de revistas y paskines.
Durante
mis estudios en la especialidad de Literatura de la PUCP me atreví a presentar
los poemas del conjunto Nonada familiar
en el Taller de Poesía que dirigía mi profesor —y mucho después, entrañable amigo— Wáshington Delgado, para sorpresa
suya y de los otros participantes. Lo cierto es que para mí esos poemas habían
sido en realidad versos pesimistas y tristes, que en nada alcanzaban los de
temática familiar —como de César Vallejo y Abraham Valdelomar, por ejemplo—, que en mi niñez había recitado
de memoria y que desde hacía varios años había estado intentando seguir. Muy por
el contrario, los Poemas sueltos de la
calle nacieron de la observación de la realidad que me rodeaba en esos años
nefastos en que el centro histórico de Lima vivió abandonado a su suerte,
habitado por vendedores ambulantes, carteristas, prostitutas y niños pirañas
por doquier, con el trasfondo de atentados terroristas y apagones a diario. Del
conjunto Mortecinas, solo se publicó
el poema Desde mi muerte en la legendaria revista La Tortuga
Ecuestre que hasta la actualidad es un
valioso registro de poesía de autores peruanos. Se trataba de versos nacidos de
un intento por imaginarme lo que podían sentir las personas cercanas a la
muerte, o desde ella, o que la añoraban, y que no habían sido felices en vida.
Un par de años después, los poemas de Fabiola
fueron escritos a mi regreso de Europa, como resultado de una reacción ante el
machismo de algunos poetas contemporáneos, varones y mujeres de mi ciudad, a
los que había ido conociendo y leyendo en esos años. Por último, Amorosas son poemas que formaron parte
de una docena de sentencias de amor, que escribí para convencerme de que el
consejo del gran Rainer Maria Rilke —a quien había leído casi a diario durante el año de mi
estancia en Alemania, en 1995— era acertado: no había que comenzar escribiendo
poemas de amor.
Con
la presente publicación quiero así dejar testimonio de mi quehacer lírico hasta
antes de instalarme en Múnich de forma definitiva, hacia marzo de 2001, y con
esto espero cerrar una etapa de viejas palabras en mi poesía. Deseo, no
obstante, abrir otra, donde yo vaya libre con el viento —como sugiere el epígrafe
aquí— al encuentro de renovados
aires con nuevas musas para mis versos.
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Ofelia Huamanchumo de la Cuba
VIEJAS PALABRAS. Poesía rescatada (Lima, 1990 - 2000)
(Berlín: Epubli, 2015)
ISBN: 978-3-7375-6878-4
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